Una explosión de verdor, una jungla amable y un paraíso de la biodiversidad. Estamos en el bosque de los Tilos, la porción más fresca y frondosa de las Canarias, y para descubrirla, el mejor plan es calzarse las botas y emprender largas caminatas bajo el aroma de la hojarasca fresca.
El bosque se encuentra en las laderas exteriores del Parque Nacional de la Caldera de Taburiente (en la imagen) y en uno de sus insondables barrancos, el del Agua, se esconde la mayor representación de los bosques de laurisilva de estas islas: tilos, laureles, aceviños, madroños, fayas, brezos, palo blanco y extraordinarios helechos de tamaño descomunal que remiten a un mundo prehistórico. Para alcanzar el bosque de los Tilos hay que dirigirse al nordeste de la isla, a 24 kilómetros por carretera de la ciudad de Santa Cruz, y a solo 4 del municipio de Los Sauces, agraciado con montaña y costa, con extensas plataneras, cultivos de ñames y con el Charco Azul, unas piscinas naturales creadas por la erosión marina sobre la roca volcánica, que, paradójicamente, contienen agua dulce de un profundo color esmeralda.
CENTRO DE INTERPRETACIÓN
En Los Sauces también se ubica el Centro de Visitantes de los Tilos (tel. 922 45 12 46), donde además de información a los senderistas se asiste a una lección didáctica con proyecciones de vídeo. En él se aprende que este bosque, que forma parte del Parque Natural de las Nieves, es un frágil ecosistema heredado de la época terciaria, que tenía presencia hace miles de años en la cuenca mediterránea, pero que ahora tan solo se conserva en este archipiélago atlántico. Un fósil viviente, en definitiva, en el que pervive también una fauna endémica de gran rareza, como las palomas turqué y rabiche. Nada extraña que fuera el primer sector de La Palma catalogado como Reserva de la Biosfera, antes incluso de que este título se extendiera a toda la isla.
SENDEROS POR EL BOSQUE
Aprendida la parte teórica, hay que disponerse a caminar. Y para ello existen dos excelentes senderos autoguiados para los que se recomienda llevar calzado de montaña, chubasquero y linterna o frontal. El más sencillo tiene 2,5 kilómetros (90-120 minutos) y discurre a través del corazón del bosque hasta alcanzar uno de los miradores más bellos de La Palma: el del Espigón Atravesado. El otro (el PR LP6), asciende unos mil metros hasta los nacientes de Marcos y Cordero, consta de 3 tramos y, si se quiere hacer completo, llevaría algo más de 7 horas.
Será cuestión de tiempo y energía decantarse por uno u otro. El primero, un agradable paseo, discurre entre una vegetación intrincada y bajo las escarpadas paredes del barranco que apenas dejan ver el cielo. El segundo, una larga caminata que atraviesa hasta 13 túneles excavados en la roca y permite disfrutar de unos paisajes fabulosos: laurisilvas agarradas a rocas imposibles, canales, miradores y cascadas de nubes que, flotando sobre la frondosidad extrema, se escapan en dirección al mar. Así hasta llegar a los nacientes donde el agua se desploma en un potente chorro.